lunes, 30 de julio de 2012

La crisis de las ideologías

Mucho tiempo hace que no escribo en el blog sobre otro tema que no sea el fútbol. Tanto tiempo que si lo hubiera pasado durmiendo y hubiera despertado ahora, estaría con la boca abierta un buen rato, porque entre el hambre que tendría y lo que iba a leer en los periódicos no sería para menos...

Recuerdo mis tiempos de adolescencia, de efervescencia de sensaciones. De ebullición de hormonas y de reivindicaciones. Muchos palos de ciego, mucho pensar en lo que era justo o no, en la lucha de clases. ¡Qué ganas de cambiarlo todo! Esto sale a cuento porque recuerdo una de las frases típicas de mis profesores, "en el término medio está la virtud". Otras iban por el camino de que el eclecticismo era la manera de mejorar las cosas. Había que aprender a ser flexible, pues esa flexibilidad era la que nos hacía entender la medida de las cosas. Mucho consiguieron con ese tipo de educación, la verdad, conmigo y con todas mis generaciones anteriores y posteriores.



Estoy seguro de que la mayoría de los políticos nacidos desde el año 67 en adelante tuvieron esa educación. Estoy más que seguro de que los nacidos anteriormente, aunque no hubieran tenido esa educación, aplican ese criterio a ojos cerrados... Pasamos del OTAN no al OTAN sí en pocos años, flipaba con el catalán en la intimidad de otro ínclito, el padre falangista de un presidente del Congreso, la reforma laboral de don brotes verdes, por no hablar del sangrado de impuestos de un defensor acérrimo de las tesis neoliberales. Los programas electorales dejaron hace mucho tiempo de ser un contrato entre político y votante.

Y en esas nos encontramos un pueblo "flexible", que acepta de forma resignada cada envite de los nuevos enemigos silenciosos, esos llamados mercados. A principios de siglo con un nivel de formación mucho menor la gente sabía bien lo que quería y no quería en materia política. Eran luchadores por una ideología en la que creían ellos y los que la representaban también. Entonces no había posibilidad de dar un paso sin saber que la decisión de tú ideología te iba a granjear enemistades en otras opuestas. Si el ataque era propiciado por las ideas revolucionarias, era acogido con estupor y se interpretaba como un ataque a las ideas liberales burguesas. Los ataques fascistas eran ataques claros contra las ideas marxistas de los partidos que las representaban .


Pues bien, hoy no existe conciencia de ningún tipo en ese sentido. No hay ideologías. Parece no existir gente que sienta como un agravio cada ataque de las troikas y los mercados. Hay mucha "flexibilidad", mucha gente que piensa que total para qué vale cabrearse. Demasiado esclavo de un concepto desarraigado de clase y de ideología. La guerra mundial esta en otro tablero diferente a los escenarios anteriores. Se está disputando en los parquets de las bolsas y en los despachos de los parlamentos.

Y en estas me encuentro con una sensación de no tener ganas de ser ecléctico. De ser más rígido que nunca. De pasarme por el forro la historia esa de que no queda más remedio. Cada día tengo convicciones más firmes de nuevo y me enzarzo en más discusiones por ellas. Cada día estoy de peor hostia, en definitiva.

Al final el que iba a tener razón en mi adolescencia era yo...

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